La heroica resistencia kurda a los embates de Estado Islámico en Kobanî puso a los kurdos de nuevo bajo el foco mediático en 2014. Que un pueblo en su mayoría suní, como los yihadistas, se convirtiera en el dique que frenaba la expansión del califato —y además con un ejército en el que las mujeres formaban una parte muy activa— se vivió con asombro en Occidente, donde muchos descubrieron por aquel entonces la existencia en Oriente Medio de un pueblo con un proyecto político y social sin precedentes en la región.
Y sin embargo los kurdos siempre han estado allí. Rondan los cuarenta millones, repartidos entre las fronteras de Turquía, Irán, Irak y Siria, regímenes bajo los cuales a menudo han tenido que optar entre la asimilación o el exterminio. Pese al apoyo interesado, en ocasiones, y posterior abandono por parte de potencias internacionales, su papel ha ganado en importancia en las últimas décadas, y se han convertido en uno de los actores principales en la guerra mundial que se libra en Oriente Medio.
Testigos directos de los capítulos más relevantes del devenir kurdo de la última década, David Meseguer y Karlos Zurutuza desvelan en Respirando fuego cómo piensa y vive uno de los pueblos más antiguos de Oriente Medio, víctima de una sucesión de traiciones y promesas incumplidas que los han relegado a vivir en los arcenes de la historia.