Una clara y gélida mañana de enero, a principios del siglo XXI, un lobo solitario atraviesa el río (totalmente congelado) que marca la frontera entre Alemania y Polonia. Se dirige a Berlín. El primero en divisarlo es el inmigrante polaco Tomasz, atrapado en un enorme atasco, a su regreso de Varsovia, producido por un accidente en cadena consecuencia de una gran tormenta de nieve. Tomasz logra fotografiar al animal junto a un cartel de la carretera: están a ochenta kilómetros de su destino. Una vez se difunde la noticia, la ciudad entera se entrega a una eufórica especulación colectiva en torno a la misteriosa y acechante presencia del lobo y sus itinerarios por el dilatado tejido urbano. En ese tejido se entrecruzarán las vidas de Tomasz y su novia Agnieszka, jóvenes trabajadores, peones de la sociedad del bienestar, con las de Elizabeth y Micha, un par de adolescentes en fuga, y las de sus padres, artistas nacidos en la efervescente escena berlinesa anterior a la caída del Muro. O la de una pareja de ancianos que resiste los envites de la gentrificación, últimos residentes de un edificio en demolición.
Con una prosa incisiva y esencial, y en una atmósfera helada, Roland Schimmelpfennig, uno de los dramaturgos más importantes de su país, retrata en su primera novela a una serie de personajes interconectados en una trama que se expande en diferentes capas, y en la que las grietas del capitalismo, la fractura generacional, las condiciones de trabajo en la Europa del presente y la paradójica soledad en tiempos de «hipercomunicación» son tan feroces como la criatura salvaje que recorre sigilosamente la ciudad nevada.